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La devaluación del yuan puede hundir la economía mundial

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Las bolsas del mundo tiemblan. El Banco Popular de China (PBOC) ha rebajado la banda en la que fluctúa su divisa, el yuan, contra el dólar, lo que podría desatar una fuga de capitales en el ‘gigante asiático’ y un terremoto en los mercados globales.

Ahora mismo se necesitan 7 yuanes para comprar un solo dólar, algo que llevaba sin pasar desde abril de 2008. Esta caída de la divisa china se produce tan solo cuatro días después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, anunciase nuevos aranceles a productos de China, la divisa de este país ha roto la barrera psicológica de las siete unidades por cada dólar, lo que podría ser un síntoma de lo que está por venir.

Los ahorradores del gigante asiático y los inversores extranjeros podrían mostrar cierta ansia por convertir sus activos en yuanes en otras divisas, lo que intensificará la presión vendedora con la divisa china y las salidas de capitales.

Una fuerte salida de capitales en China puede tener efectos devastadores sobre la economía del país a través del consumo y la inversión. La desaceleración que ya sufre Pekín podría intensificarse arrastrando a la economía global, probablemente, primero a la Eurozona, que depende sobremanera de las ventas de bienes al ‘gigante asiático’.

“Las implicaciones de que se haya sobrepasado la zona de los siete yuanes por cada dólar son tremendas. Veremos una nueva oleada de depreciaciones en las divisas asiáticas y el sentimiento risk-off podría ir más allá en los mercados globales. En conclusión, estamos ante un lío en los mercados”.

Esta devaluación del yuan (sea por necesidad, como respuesta a Trump o una mezcla de las dos) puede desencadenar una serie de movimientos que no parecen ser un buen presagio para los mercados y la economía global. Mayor volatilidad en los mercados, una guerra de divisas o una mayor desaceleración de la economía china podrían ser algunas de las consecuencias que, a la postre, acaben con el ciclo de crecimiento de la economía global.

Fuente: El Economista.

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